Sobre mí

Nací en Barcelona, en Enero de 1985. Mi madre, Mª Dolores, fue la mayor de dos hermanos. Se crió en el antiguo barrio de Gracia, en una escuela de monjas. Buena estudiante, de memoria privilegiada, trabajadora, servicial, habladora y de trato fácil. Mi padre, Alfredo, fue el pequeño de dos hermanos. Él se crió entre el bar del Poble Sec que tenían sus padres y la calle. De carácter fuerte, decidido, ambicioso y trabajador. De esa unión, nací yo. No tuve hermanos, ni hermanas, y mi padre trabajaba mucho, así pronto aprendí a jugar solo, a imaginar mundos, y a crear mis fantasías.

De pequeños, pronto aprendemos a adaptarnos para obtener la mirada de nuestros padres, a captar su atención. En mi casa, creo que pronto entendí que me pedían dos cosas: portarme bien y estudiar mucho. Y yo podía hacerlo. Siempre fui buen estudiante, me gustaba, y nunca tuvieron que estar detrás de mí. Diría que llegué rápido y fácil a los 18, entre libros, amigos, deportes y muchas horas de videojuegos.

También llegaron las fiestas, el salir, las chicas, y mi primer gran amor. Yo seguí centrado en mis estudios, eso siempre me había dado mucho reconocimiento y libertad para hacer lo que quisiera; si cumplía mi parte del trato, no tenía que preocuparme por nada más. Y además daba sentido a mi vida, yo tenía claro quién era, qué había que hacer y hacía donde iba.

La primera gran decisión de mi vida fue a los 18, cuando tenía que escoger carrera. Porque ni entraba en mi cabeza el no estudiar. Tampoco podía ser cualquier carrera, tenía que ser técnica, de números, difícil, y tenía que ser una Licenciatura. Me había gustado mucho la Filosofía y me atraía la Psicología, pero en mi casa eran carreras impensables. Tenía muy claro que el camino era seguir estudiando, pero no tenía ni idea de qué carrera estudiar, de qué quería ser de mayor. Yo no quería crecer supongo, quería quedarme como estaba, así estaba bien. Así que se me juntaron el no tener claro qué hacer, mis ganas de demostrar mi  inteligencia, mi necesidad de reto, y el “no podrás” de mi padre, para decidirme por Matemáticas. Dos años antes, con 16, había empezado a salir con mi mejor amiga, mi vecina.

Era un amor intenso, apasionado y fusionado. Terminando nuestro primer año de carrera, y después de tres años de relación, me dejó; no podía más con mis neuras, mis celos, con no poder hacer nada fuera de la relación, con mis enfados, y vino una temporada de crisis personal, casi dos años en que sufrí, sentí que mi mundo se derrumbaba… y los estudios dejaron de ser el centro de mi atención. La sensación fue que algo se había roto en mi esquema mental, aprendido desde bien pequeño, “tú estudia, esfuérzate, y todo saldrá bien”. Y yo había hecho lo que tocaba, lo que me habían dicho, y de repente, algo ya no andaba bien.

Me sentía perdido y no sabía por donde seguir. La fórmula que había estado usando hasta el momento ya no me funcionaba. Me di cuenta de que había perdido algo que era mucho más importante para mí, y no entendía porqué, qué había hecho mal; si nos queríamos, ¿por qué no funcionaba? Diría que me tocó reinventarme, probar otras cosas, explorar otros aspectos de mí. Fue un momento en que debía reconstruir mi mundo, y puse el foco en estar bien, en superar esa pérdida, en reconstruir mis amistades y en pasármelo bien.

Seguí avanzando 3 años más en Matemáticas, ya sin la motivación ni la energía que me habían llevado hasta allí y que necesitaba para terminar. Me costó mucho decidirme, ver claro que necesitaba un cambio y que el cambio podía ser para mejor. Con tiempo y el apoyo de mi pareja, con la que habíamos vuelto a retomar la relación, pude tomar la determinación y cambiar. Sin saber muy bien por donde continuar, con la impresión de haber perdido 4 años de mi vida, y creyéndome menos ese papel que había jugado hasta entonces y que me daba una parte importante de mi identidad, de  ese quien soy yo en este mundo, empecé Ingeniería.

Y al poco, apareció la ansiedad en mi vida; primero, en una presentación en clase en la que no pude articular palabra, y que no lograba entender, y más tarde con un ataque de pánico en un concierto de Coldplay y sensaciones de estar sobrepasado en las semanas posteriores. Fueron tiempos de médicos y psicólogos. Aquello no detuvo mis estudios, ni el trabajo que entonces tenía. Saqué la carrera en menos tiempo del establecido, volví a las grandes notas y con ellas a recuperar mi personaje del buen estudiante y parte de esa sensación interna de ‘soy listo, soy de los mejores de clase, yo puedo’.

Empezaría entonces otra etapa, la dejar de estudiar y ponerse a trabajar. Empecé en una Consultora, en la que estaría unos cuantos años. Pronto empezaron a confiar en mí, a darme más responsabilidad y sueldo, clientes importantes, a poner gente a mi cargo, los viajes, el traje y la corbata. A los pocos meses sabía que ese trabajo no me gustaba, pero estaba bien valorado, y la vida me iba bastante bien.

Aquello me sabía a poco… ¿el plan era trabajar unas 10 horas al día en algo que no me gustaba demasiado, a cambio de un sueldo aceptable, fines de semana de huida y 23 días de vacaciones al año? ¿Esa era la vida que me esperaba? Como plan de vida, me parecía poco alentador… pero ¿hacia dónde entonces? Para mí no era suficiente. Y al mismo tiempo, tampoco hacía mucho por cambiar las cosas.

El camino desde entonces no ha sido fácil, no lo es, pero he ido encontrando cosas preciosas en mí, y en el contacto con los demás y con el mundo.

Y entonces, a la vuelta de un precioso e intenso viaje de verano a Indonesia, Cris, mi pareja, me anunciaba que estaba embarazada. La llegada de Nico, hace ya 6 años, supuso la llegada en mí de un gran amor, una ternura no sentida antes, y el despertar de muchos miedos e inseguridades. No sabía quedarme solo con él. Recuerdo que a veces le miraba y pensaba ¿y qué hago yo con este chiquillo? ¿por qué llora? ¿qué le pasa?

Al año y medio, Cris volvía a estar embarazada. ¿!Un segundo hijo, ya!? ¿!Tan pronto!? Pero si estoy haciéndome a esto de ser padre, todavía no manejo bien…y tengo un trabajo, y estoy en medio de un master, ¿cómo lo vamos a hacer? Se me hacía muy grande la idea, y creo que me asustaba mucho la manera en que podía cambiar mi vida.

Decidimos ir adelante con el embarazo y nació Bruno. Su llegada revolucionó toda mi vida, la de los tres en realidad. Con Bruno, llegó el primer gran conflicto en la pareja, el primer gran desencuentro. Y a Nico, la vida le trajo un hermano muy pronto, justo acababa de cumplir sus dos años. Fueron dos años muy duros para los cuatro. Tener hijos es algo precioso, y los quiero como no he querido en mi vida. Y al mismo tiempo, sacan tu parte más oscura a relucir: enfados, impotencia, no saber, los límites, el fin de tu espacio y tu tiempo.

A mí me llevó a ver que algo no andaba bien: estaba enfadado, y en el fondo, seguía estando perdido y sin saber a dónde ir. Ese fue mi motor para salir a buscar algo que sentía que me faltaba. Me preguntaba, ¿qué me pasa? ¿Cómo soluciono esto? ¿Cómo hago para estar bien? ¿Qué quiero hacer con mi vida? Así que dejé el trabajo, y empecé mi búsqueda personal y profesional. En medio de esta búsqueda de mi camino, de mi motivación, de arreglar lo que no funcionaba en mí, me formé como Coach, y empecé a intuir por donde podían ir los tiros de eso que yo llamaba mi vocación, eso que andaba buscando. Todavía con dudas sobre mi camino, me apunté a un curso, el Protoanálisis de Claudio Naranjo.

Cinco días en un pueblito cerca de Sevilla, Pilas, que me cambiaron la vida. Allí se me abrió el corazón, pude cambiar la manera en que miraba, y sentir como no lo había hecho antes. Sentí con claridad que mi camino era desarrollar esta parte nueva en mí, y acompañar a otros a poder desarrollarse, a limpiarse, a curar heridas, a la transformación, al bienestar. Fue entonces cuando empecé a formarme como psicoterapeuta.

El camino desde entonces no ha sido fácil, no lo es, pero he ido encontrando cosas preciosas en mí, y en el contacto con los demás y con el mundo. Momentos, vivencias y saberes que guardo en mi interior, pequeños tesoros que puedo invocar en los  momentos difíciles que toca afrontar en la vida, que no son pocos.

Para mí la psicoterapia sigue siendo un camino fructífero, una manera que me ayuda a estar mejor conmigo y con los demás, a tener relaciones más auténticas, profundas y de mayor cariño, una vía para vivir más plenamente, con mayor disfrute y felicidad, más libremente y menos condicionado. Una buena herramienta para vivir.

En casa, cada día aprendemos a gestionar esta familia, como se gestiona cada uno, como gestionamos lo que les pasa a los peques; como cuidar de uno y de los otros, buscando crear un encaje, una manera en que todos estemos bien, cuidados y atendidos, un entorno donde podamos desarrollarnos. Aprendemos a querernos, a respetarnos, a hablarnos, a ponernos límites, a escucharnos, a no dañarnos, a ver al otro, en esta familia de 4 universos tan distintos.

Para mí, Bruno me trajo el regalo de emprender un camino que me ha dado mucha satisfacción personal y grandes alegrías; he encontrado nuevos retos, posibilidades que no conocía, caminos nuevos, amistades importantes; he entendido muchas cosas de mi vida y de mi forma de funcionar, he cambiado en muchos sentidos, y he vivido experiencias que ni hubiese imaginado; voy logrando estar más tranquilo, más en paz, más contento conmigo mismo y con lo que la vida me trae. La relación conmigo ha mejorado mucho, y también las relaciones que tengo con los demás. Y creo que sin Bruno, yo no hubiese hecho todo esto.

No quiero terminar sin agradecer a aquellos que lo han hecho posible, a los que me dieron la vida, “Papa”, “Mama”; a Cris, en especial, que me acompaña desde los 16 años en mis luces y en mis muchas sombras, y que ha hecho posible que yo hiciera este camino, que explorase y que me perdiera a menudo, y que me ha dado a mis dos hijos, por los que siento un amor enorme.

A Nico y Bruno, por su amor incondicional, y por la conexión con la vida que tenéis. Sin vosotros tendría menos sentido para mí. A Lluís Fuste, por ser esa figura tan necesitada para mí, por tu inspiración, compromiso y entrega, por poner luz en mi camino. Y a mis amigos y amigas, por estar ahí, y por el apoyo y el amor que os siento.

Isaac Lleixà